Me miró con los ojos llenos de chispas, llenos de dolor por la vida, con un cierto halo de rencor por lo que su corazón le había impulsado y decidió preguntarme que es lo que sentía qué es lo que quería Esa pregunta que tantas veces me formulé en la cama, cuando abrazada a la almohada me preguntaba con quien quería pasar el resto de mis días Desconocía de latidos y miradas, me empeñé a la vida individual y a compartir mis alegrías y mis lágrimas conmigo misma, convencida que solo yo misma era capaz de empujar mi vida, sin la necesidad de compartirla con una mano amiga. Pero a veces sucede, decides parar el tren y cambiar de estación. Bajas del tren y decides tomarte un café para relajarte y analizar el trayecto y comprendes que cada paso que has dado es el que dictamino tu vida, y que la vida a veces compartida tiene un punto de locura que debes aceptar y a la vez disfrutar. No pude resistirme a aquella mirada que me fulminó con un solo parpadeo, me quedé atónita ante tal arrebato de valentía y me limité a sonreír mientras me fundía en un abrazo, asimilando que es lo que quería y lo que realmente mi corazón quería.
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