Mereció la pena quedarse en la curva de
tu ombligo para proporcionarme el cobijo necesario para poder enfrentarme al azar, fuiste la chispa que me faltaba, la suerte que esperaba por conocer, la cuerda para escabullirme de este laberinto
que estaba empezando a arder en mi interior. Nos enfrontamos al miedo
como auténticos valientes, a pesar de haber nacido cobardes, pero el
disfraz de gladiadores nos quedo grandes, nos falto ese impulso para
llegar a la locura y jugárnosla al caballo ganador. Dicen que a veces
se pierde y otras se gana, pero no es así siempre, por mucho que
duele, se gana algo, aunque sea saber que ese trozo de corazón un
día te perteneció de tal manera que durante el resto de tu vida lo
recordarás con una sonrisa y aprendiendo de aquellos errores que se
convirtieron enseñanzas.
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