Nacida de la alegría y criada en la
ausencia, en su pelo me pasaba estirando las horas, contándole los
lunares a pasos de gigante como si me llevaran a la luna, ese satélite de un universo que jamás supimos crear por falta de
paciencia o quizás de estabilidad moral. Moribunda de ausencias ella
se recolocaba en el hueco de mi clavícula esperando a que la vida
pasara como si de un bunker se tratara, intentaba vivir mirando a la
vida a los ojos pero solo se atrevía de reojo, la sombra del miedo oscurecía sus verdad y solo sabia decirme te quiero a media voz.
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